viernes, 28 de marzo de 2014

LINARES EN ARGENTINA

Españoles en Argentina

Actualmente, en los registros del  Censo Electoral de Residentes Ausentes (CERA) en el extranjero, que llevan los consulados de carrera de España en Argentina (Consulados Generales con asiento en Buenos Aires, Bahía Blanca, Rosario, Córdoba y Mendoza) se encuentran inscritos 279.729 españoles con derecho a la participación electoral (a 1 de julio de 2009), cifra que asciende a 300.376 en el Padrón de Españoles Residentes en el Extranjero (PERE), a 1 de enero de 2009, en el que se incluyen los no electores (menores, incapaces, etc.). 
Aunque en  general, los emigrantes españoles carecían de recursos económicos, fue siempre destacable su apego al trabajo, su iniciativa y su capacidad de integración. Por todo ello, llegaron a destacarse notablemente en el pais de acogida, en el que crearon verdaderos sistemas de seguridad social y ayuda mutua, tales como sociedades de socorros mutuos y beneficencia, hospitales, centros y hogares de ancianos, convirtiéndose en legítimos precursores de una red social, apoyada en vínculos solidarios. 
El colectivo español en América -especialmente en la República Argentina- se ha integrado progresivamente al país receptor y, sin perder sus señas de identidad, ha contribuido a establecer sólidos vínculos entre América y España.
Cabe tener en cuenta que, hasta ahora, Buenos Aires puede considerarse como la quinta provincia gallega, por el gran número de personas de ese origen residentes en la capital argentina y alrededores.
Los españoles, con su templado espíritu y sus marcadas virtudes: fe, coraje, generosidad e hidalguía, se asentaron en tierras americanas, engendrando en ellas, abonándolas con su fe, transmitiéndoles su espiritualidad y  aportando su sangre; honrando al terruño que los viera nacer y a España toda; brindándose generosamente, a la vez, al país que los recibiera, contribuyendo con fuerza, voluntad y trabajo tesonero a su desarrollo.
No fue la mayor parte de los emigrantes la que hizo fortuna en tierras americanas; muchos no lograron más que lo necesario para vivir. Algunos regresaron;  otros quedaron definitivamente en éste lado del Atlántico, sin tener la dicha de poder volver a ver el pueblo del que salieran. Todos ellos, tanto lo que retornaron, como los que nunca pudieron volver, dejaron plantado algo de España en tierra americana.

Breve referencia familiar

De Castilla y LeónMuchos fueron los españoles que, en las condiciones referidas, llegaran a la República Argentina. Así, el 11 de diciembre de 1924, ingresaba en la Dársena Norte del puerto de Buenos Aires, el buque de bandera alemana “Monte Sarmiento”, de la compañía Hamburgo Sudamericana, culminando su viaje inaugural al mando del capitán  Hans  Meyer. En él llegaban 1600  viajeros, casi todos embarcados  en  La Coruña y Vigo. Entre ellos, lo hacía para afincarse definitivamente en Buenos Aires, un grupo familiar para el que guardo entrañables sentimientos: el de mis abuelos maternos, con sus hijos –entre ellos, mi madre-, procedentes de la salmantina villa de Santiago de la Puebla; cuyos descendientes -tres generaciones nacidas en América-, seguimos conservando la nacionalidad española. Quedaba cerrada así, en Argentina, la historia migratoria de mi abuelo, D. Federico Miguel Albarrán que, a lo largo de quince años –desde 1909-, lo llevara en varias ocasiones a este país sudamericano y a los Estados Unidos de América.
Desde AndalucíaAntes que ellos, a fines del siglo XIX, procedentes de Málaga, habían llegado los padres de mi abuela paterna.                              
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Ana María Margarita Gines Llamas, emigrante de Cuevas Bajas (comarca de Antequera, Málaga), en General San Martín, provincia de Buenos Aires (c. 1910)Federico Miguel-Albarrán y su esposa Da. Josefa Muñoz Rojo, emigrantes de Santiago de la Puebla (Salamanca) en Florida, provincia de Buenos Aires (c. 1937)Ana María Ávila Gines, hija de Ana María Margarita Gines Llamas y de  Bartolomé de San Esteban Ávila Linares (Gral. San Martín/PBA, año 1916)
Si bien los movimientos migratorios comenzaron registrarse en Andalucía en el siglo XVI, fue entre la segunda mitad del siglo XIX y los años ’60 del siglo XX cuando la tierra  andaluza tuvo que sufrir la partida de un considerable sector de su capital humano, motivada por diversas causas, en distintas etapas, hacia lejanos destinos.
Entre las diversas causas que fueran motivo de la emigración, cabe tener en cuenta la invasión de la filoxera, insecto parásito de la vid que apareció como plaga entre 1877 y 1878, acabando en los años posteriores con la producción vitivinícola de exportación, resultando especialmente afectadas las provincias andaluzas de Málaga, Granada, Almería y Cádiz.
También influyeron en la emigración masiva andaluza las prolongadas sequías y las consecuentes hambrunas de los años 1866, 1882 y 1887, que golpearon duramente al sufriente sector campesino.
Contemporáneamente se producía el colapso de la incipiente industria andaluza, cerrando los altos hornos de El Pedroso (provincia de Sevilla) en 1888. En 1891 también lo hacían los de La Concepción, en Marbella (provincia de Málaga) que fuera el primer establecimiento siderúrgico de España y llegara a elaborar el 75 por ciento del hierro que se fundía en el Reino.
En la misma época, entraba en crisis la industria textil malagueña, que no pudo sobrevivir a la competencia y al déficit de infraestructuras, resultando absolutamente insuficiente para absorber el exceso de mano de obra que el campo empujaba hacia las zonas urbanas.
Ante el oscuro panorama que planteaba el cuadro de falta de trabajo, bajos jornales –cuando los había- y carestía de los productos básicos para la subsistencia, la emigración a América se hizo, de hecho, imperativa.
En éste marco, el 7 de junio de 1897 a bordo del vapor francés “Les Andes”, de la Société Générale de Transports Maritimes (SGTM), llegaban al puerto de Buenos Aires, procedentes del de Málaga –donde embarcaran-, los padres de mi abuela paterna, Da. Ana María Margarita Gines Llamas (“Mamá Anica”) y D. Bartolomé de San Esteban Ávila Linares (D. Bartolo Ávila), quienes fijaron su hogar en el partido bonaerense de General San Martín, en el noroeste del conurbano bonaerense, en el que siempre hubo reminiscencia de la lejana tierra andaluza, sin que faltarán la guitarra y el cante en la tradición que siguieran sus hijos.

EpílogoActualmente la situación de la emigración ha variado sustancialmente. Son ahora escasos los españoles que fijan residencia fuera de España.
Sirva  lo expuesto  como  sincero  y merecido  homenaje a todos los españoles que, enfrentando el dolor y las penas de la emigración, llegaran a radicarse en lejanas tierras, contribuyendo a la creación de una cultura solidaria, sin olvidar a aquellos que, habiendo permanecido en la tierra de origen, mantuvieran vivas sus imágenes en la memoria, teniendo siempre presente a los ausentes.
Llegando al final, lo hago evocando las palabras de S.M. D. Alfonso XIII, que el 4 de marzo de 1908 escribía en Sevilla: "Los que lejos de su patria trabajan por ella, honran la memoria de sus padres, y labran el porvenir de sus hijos".

Día del Inmigrante. AntecedentesDesde los primeros años de vida institucional los gobiernos argentinos consideraron el fomento de la inmigración. La primera norma legal al respecto, fue la que dictara el Primer Triunvirato, con  la firma de Bernardino Rivadavia, el 4 de septiembre de 1812, regulando sobre la llegada de extranjeros al país.
Bernardino Rivadavia, nacido en Buenos Aires el 20 de mayo de 1780, falleció en Cádiz el 2 de septiembre de 1845 y su casa en la capital gaditana (C/. Presidente Rivadavia, 3), aunque con reformas, se conserva. En ella tiene sede el Consulado de la República Argentina en la capital gaditana.
Al promediar el siglo XIX, Argentina era un país despoblado. En 1869, su población era poco más de un millón y medio de habitantes. La Constitución de 1853,  que recogiera  ideas de Juan Bautista Alberdi, estableció derechos para todos los habitantes, sin distinción de nacionalidad y fomentó la inmigración, siendo uno de los objetivos poblar el territorio nacional y transformar la sociedad. Desde entonces comenzaron a arribar en forma organizada diversos grupos migratorios, mayoritariamente procedentes de ultramar. 
Actualmente, el  4 de septiembre, cada año se conmemora el Día del Inmigrante en la República Argentina, brindando expreso reconocimiento a la importancia de la inmigración en la composición de la estructura social argentina.
Por tal motivo, en estos días se realizan diversos  actos conmemorativos. Destacan entre ellos, la Fiesta Nacional del Inmigrante que se celebra en Oberá, provincia de Misiones, población cercana a las repúblicas del Paraguay y Federativa del Brasil, donde conviven en armonía numerosas colectividades, manteniendo sus costumbres y tradiciones, teniendo como centro el Parque de las Naciones, en cuyas doce hectáreas de superficie se levantan construcciones con características propias de cada país representado, con espectáculos de danza y música, oferta gastronómica y muestras culturales diversas. 
En la provincia de Buenos Aires, el Día del inmigrante tiene su eje en la localidad de Berisso, vecina a la capital provincial, La Plata.
La Fiesta del Inmigrante se celebra en Berisso desde 1976 y, en 1978, el Gobierno provincial declaró a ésta ciudad "Capital Provincial del Inmigrante" y su municipio proclamó a la fiesta como de Interés Municipal. Anualmente -generalmente a lo largo del mes de septiembre- se realizan las actividades festivas con la participación de las delegaciones representativas de las comunidades residentes en la zona y otras llegadas de distintos lugares.                

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